• En la década de los ’90 aparece el término aporofobia, que se distingue del racismo y la xenofobia en que no es la raza ni la procedencia lo que define el odio hacia las personas, sino la pobreza.
• La importancia internacional que se dio a las 12 víctimas de Charlie Hebdo, comparada con la repercusión que tuvieron las más de 700 personas que se ahogaron en el Mediterráneo, plantea una distinción en función del estatus social.
• A nivel político, existe un auge de los partidos europeos con discursos antiinmigración, por lo general dirigidos contra los extranjeros de escasos recursos a los que se acusa de aprovecharse del sistema ‘sin aportar nada a cambio’.
• Un ejemplo de la discriminación entre ‘extranjeros bienvenidos’ y ‘extranjeros que abusan del sistema’ es el ‘visado oro’, creado para atraer a extranjeros ricos que inviertan en el país.
Cuando un barco pesquero con más de 700 personas procedentes de Libia y con destino a Europa naufragó el mes de abril pasado, ocasionando la mayor tragedia en la historia reciente del Mediterráneo1, las redes sociales se llenaron de comentarios, exigencias, denuncias y solidaridad con las víctimas. Una de las imágenes que se difundió por las redes se refería a las víctimas –en un claro tono de denuncia– como ‘los nadies’, ‘los hijos de nadie, los dueños de nada’, y acababa sumándose al hashtag #JeSuis700Lampedusa.
Por un –fugaz– momento ‘los nadies’ dejaron de ser invisibles y fueron el centro de las reivindicaciones y la indignación colectiva. ¿Qué impulsa a esas personas a lanzarse al mar en condiciones de absoluta inseguridad, embarcándose en un viaje que nunca saben si llegará a destino? ¿Qué papel deben jugar los países europeos? ¿Cómo hacer las políticas migratorias más justas y humanas? ¿Cómo evitar que esto vuelva a pasar?
Pero esto es sólo la punta del iceberg de un fenómeno tan invisible como presente en las sociedades del norte del Mediterráneo, y seguramente del resto del mundo. Un fenómeno que tiene un nombre, aunque éste aún no figure en el diccionario de la Real Academia Española. Se llama aporofobia, y se refiere a la fobia a los pobres, a los que no tienen ‘nada’ que ofrecer, a ‘los nadie’.
Una nueva palabra para un fenómeno muy viejo
Fue en la década de los ’90 cuando la filósofa y catedrática Adela Cortina acuñó el término, tratando de visibilizar un fenómeno que existía pero no tenía nombre. Se habla mucho de racismo, que define el odio en función de la raza, o de xenofobia, que define el sentimiento de rechazo hacia los inmigrantes; pero ninguno de los dos conceptos explicaba, según ella, el odio en función del nivel adquisitivo, que guía muchas de las conductas –despreciables– presentes en nuestra sociedad.
La aporofobia es mucho más sutil, extendida e invisible –y por ello peligrosa–, y queda fuera del racismo y la xenofobia cuando, por ejemplo, existen actitudes hostiles hacia un inmigrante o una persona de otra etnia o raza sin recursos económicos, pero no hacia aquél que tiene dinero. Cortina lo ejemplificaba así en un artículo publicado en El País:
“No repugnan los árabes de la Costa del Sol, ni los alemanes y británicos dueños ya de la mitad del Mediterráneo; tampoco los gitanos enrolados en una tranquilizadora forma de vida paya, ni los niños extranjeros adoptados por padres deseosos de un hijo que no puede ser biológico. No repugnan, afortunadamente y por muchos años, porque el odio al de otra raza o al de otra etnia, por serlo, no sólo demuestra una innegable falta de sensibilidad moral, sino una igualmente palmaria estupidez. Sólo los imbéciles se permiten el lujo de profesar este tipo de odios. Sin embargo, sí que son objeto de casi universal rechazo los gitanos apegados a su forma de vida tradicional, tan alejada de ese febril afán de producir riqueza que nos consume; los inmigrantes del norte de África, que no tienen que perder más que sus cadenas; los inmigrantes de la Europa Central y del Este, dueños, más o menos, de la misma riqueza; siguiendo en la lista los latinoamericanos escasos de recursos. El problema no es de raza ni de extranjería: es de pobreza.”
#JeSuis700Lampedusa
El pasado 7 de enero de 2015 las redes se inundaron con el hashtag #JeSuisCharlie en solidaridad con el semanario satírico francés de izquierdas Charlie Hebdo, a raíz del atentado atribuido a Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), que causó 12 víctimas mortales en su sede parisina. Mandatarios de todo el mundo se solidarizaron con las víctimas y asistieron a la manifestación en París en defensa de la libertad de expresión. Acompañaron al presidente francés los máximos dirigentes de la UE, de Alemania, Reino Unido, España, Italia, Portugal, Bélgica, Grecia, Malí e incluso los líderes de Israel y Palestina, además de muchos otros representantes de otros países, entre ellos Estados Unidos.
El gran revuelo internacional que provocaron los asesinatos de Charlie Hebdo sacó a relucir un sub-debate sobre por qué estas 12 víctimas habían provocado la reacción internacional a todos los niveles y, en cambio, otras muchísimas víctimas en muchos otros conflictos del mundo no recibían la misma solidaridad. El mismo debate surgió a raíz del asesinato de 147 estudiantes de la Universidad de Garissa (Kenia), a manos de la milicia islamista somalí Al Shabab, que se plasmó en las redes a través de hashtags como #JeNeSuisPasKenia.
Según explica Benoît Bréville en un artículo de Le Monde Diplomatique, tras los atentados de Charlie Hebdo, algunos estudiantes se negaron a respetar el minuto de silencio en homenaje a las víctimas, en denuncia por la “doble vara de medir” de la libertad de expresión en Francia. “Por qué se habla tanto de esta masacre mientras que en Oriente Próximo la gente muere ante la indiferencia? ¿Por qué Charlie Hebdo puede injuriar una figura sagrada del islam y a Dieudonné2 le prohíben criticar a los judíos?”.
Existen diversas teorías que tratan de explicar estos fenómenos. A nivel comunicativo, el periodista M.A. Bastenier tuiteaba: “La información se guía por redes de poder. Por eso, 150 muertos en Kenia importan menos en Europa que 13 en París. La moral le es ajena”. A nivel antropológico, según profundiza Bréville, hay quienes lo justifican afirmando “que el genocidio judío y el antisemitismo secular de la sociedad francesa obligan a estar siempre en guardia”. Otros lo atribuyen a la “islamofobia heredada del periodo colonial y profundamente anclada en las mentalidades, que hace que las expresiones hostiles contra los musulmanes se consideren tolerables”.
Y existe también otra lectura a nivel social: las comunidades judías han conseguido ascender socialmente y ocupar puestos de poder en medios periodísticos, políticos y universitarios, mientras que las comunidades musulmanas están mucho menos representados en las altas esferas. Para el autor, la respuesta en el caso de la sociedad francesa se encuentra en una combinación de las dos últimas: “la discriminación racial se añade a las desigualdades sociales y las refuerza, haciendo que estos dos problemas se vuelvan indisociables”.
El auge de la aporofobia
Alrededor de 57.300 ‘inmigrantes irregulares’ llegaron a Europa en el primer trimestre de 2015, prácticamente tres veces más que las cifras registradas en el mismo periodo del año anterior. Personas procedentes de Siria, Irak, de Kosovo, de Libia y del resto del Norte de África y África sub-sahariana –entre otras procedencias–, huyendo de la guerra, la violencia o de la falta de oportunidades, en busca de una vida mejor.
Esta tendencia tiene lugar en un contexto de auge de partidos de extrema derecha, populistas en Europa, exacerbado por la crisis económica que desde hace años atraviesa el continente, y encabezado por formaciones como el Alba Dorada griego, el UKIP del Reino Unido o el Frente Nacional (FN) francés. Estos partidos tienen en común un fuerte componente antiinmigración. Pero no contra toda la inmigración, sino sólo contra una parte. El FN, por ejemplo, propone endurecer las medidas contra los inmigrantes asegurando que se benefician de derechos sociales que pertenecen a los franceses. En Alemania y Reino Unido también se han planteado, medidas contra el denominado ‘turismo del bienestar’, en alusión a que la inmigración abusa de los servicios sociales de los países receptores.
Esta concepción de inmigrante como persona que ‘abusa del sistema’ no se refiere a todas las personas extranjeras, sino que va claramente dirigida a una parte de la inmigración, la de escasos recursos económicos, la que no se puede permitir un sistema de salud privado, y la que pareciera que ‘se beneficia del sistema’ pero ‘no contribuye’ al mismo, porque ‘no tiene nada que aportar’.
Un claro reflejo de esta discriminación entre ‘extranjeros bienvenidos’ y ‘extranjeros que abusan del sistema’, es el conocido como ‘visado oro o golden’, creado para atraer a extranjeros de fuera de la UE, a los que se concede el permiso de residencia a cambio de que compren viviendas de 500.000 euros o más, o destinen dos millones de euros a adquirir deuda pública. De septiembre de 2013 a diciembre de 2014, 530 extranjeros –ricos– de Rusia, China, países árabes y EEUU, mayoritariamente, consiguieron este visado, sin necesidad ni siquiera de vivir en el país.
Nombre y apellidos
La palabra aporofobia no figura aún en los diccionarios, pero ya tiene 302 entradas en Google. Acabe o no triunfando como nueva palabra, lo importante es que el fenómeno del que habla tenga ‘nombre y apellidos’, ya que éste es el primer paso para que deje de ser invisible, se hable sobre ello y se consiga combatir; el primer paso para que ‘los nadies’ tengan también, algún día, nombre y apellidos.
Notas:
1 El precedente más reciente fue el naufragio de otra embarcación frente a la isla de Lampedusa el 3 de octubre de 2013 en el que murieron 366 personas.
2 Dieudonné M'bala M'bala es un controvertido cómico francés que ha sido tildado de antisemita.